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¿Cómo es la anatomía de un ciberataque?

Los incidentes relacionados con la ciberseguridad se han convertido en un problema cada vez más recurrente que afecta no solo a las empresas, sino también a organizaciones y agencias de gobierno. De acuerdo con el Informe de Riesgos Globales 2022, elaborado por el Foro Económico Mundial, las fallas en ciberseguridad y la desigualdad digital se encuentran entre las 10 amenazas más críticas que enfrentará la humanidad en los próximos dos años. De hecho, se estima que para el año 2030 habrá un intento de ataque malicioso cada dos minutos.

Todos los años aparecen 20.000 vulnerabilidades nuevas de las que hay que ocuparse de alguna manera. Es un número abrumador que hace que sea muy difícil resolver (mediante parches y actualizaciones). Dicho de forma muy simple, en el mundo del software y hardware la vulnerabilidad tiene que ver con fallas en la validación de la seguridad del sistema, las cuales son aprovechadas por los atacantes para que el sistema haga algo diferente o para acceder a activos y datos sensibles.

Hoy ya no se hace referencia al ciberdelincuente como un individuo, sino que se habla de bandas o grupos de delincuencia que cuentan con soporte económico y gente hábil en la parte técnica; estas organizaciones se dedican a entender la infraestructura de las redes y a generar nuevas formas de malware.

Anatomía de un ciberataque

En el primer nivel, el objetivo inicial de los delincuentes es conseguir una forma de acceso al sistema, para lo que recopilan información (como el organigrama de la organización objetivo) desde páginas web o redes sociales para conocer e identificar a quién dirigir el ataque. El intento de acceso inicial se puede dejar ver a través de un phishing, se puede manifestar en una llamada telefónica o correo electrónico, pero hay un engaño que aprovecha el llamado ‘eslabón débil’, que es el usuario, para que haga algo o para que ingrese en algún sitio que se hace pasar por otro; todo para lograr el primer acceso.

En caso de que el usuario no se dé cuenta de que la seguridad fue comprometida, el segundo paso es «Establish foothold» o establecer un punto de apoyo, que consiste en mantenerse en ese sistema y desde ahí descubrir a qué otros dispositivos, credenciales o redes se puede ingresar. Esa es la siguiente fase, conocida como Network discovery o descubrimiento de la red.

Si nadie detecta la amenaza, el ataque pasa al segundo nivel de la cadena con la finalidad de reconocer los recursos que son verdaderamente importantes (Key asset discovery). Pueden ser los datos de los clientes, la propiedad intelectual del código de software o la propia red; si los atacantes hacen su análisis, seguro van a querer conseguir esa información. 

En el tercer y último nivel, el atacante se prepara para hacer el despliegue del software malicioso o ransomware, que, una vez instalado, puede mantenerse inactivo en el sistema hasta que el atacante decida ejecutarlo para proceder al acoso de la víctima y/o extorsión.

Cada vez son más frecuentes los ataques dirigidos hacia objetivos que los actores maliciosos consideran de alto valor por el dinero que puedan recibir a cambio. En los casos en que no se pide el pago de un rescate, la información extraída de la organización termina a la venta en el mercado ilegal; y también hay situaciones en los que se presenta una doble extorsión, donde los delincuentes hacen una exfiltración de datos y además inhabilitan el acceso al sistema.

Fuente: sadvisor